sábado, 27 de abril de 2013

Atando cabos


Una noche de tormenta, hacía cientos de años, se declaró un terrible incendio en el bosque al que Ana y Marcos habían llegado inexplicablemente gracias a las monedas. Tras varios días de incendio, todo quedó arrasado, los animales habían muerto en su mayoría o habían huido.  Los habitantes de aquellas tierras habían temido por sus vidas, nunca antes habían visto un incendio como aquel.
Cuando el fuego se sofocó, el aspecto del bosque era desolador. Humo, cenizas y muerte. Sólo un árbol se había salvado de las llamas. Sólo un árbol permanecía intacto, y nadie podía explicar cómo había sobrevivido a la catástrofe.
Cuando los habitantes del reino llegaron a la pequeña cima donde se encontraba el árbol vieron cinco monedas de oro alineadas a sus pies. Una niña pequeña las recogió y se las llevó al amo del castillo como ofrenda. Desde aquel día fue el árbol sagrado. Comenzaron a hacer ofrendas y rituales de todo tipo alrededor de él. Las cinco monedas encontradas a los pies del árbol, formaron parte del escudo del castillo para recordar siempre el milagro de la vida.
Años más tarde mandaron acuñar otra moneda de un tamaño mayor para que se incluyera en el escudo, y así fue como la riqueza y la prosperidad llegó a esas tierras. Fueron años tranquilos y prósperos.
Con el tiempo, la noticia del milagro se extendió por todo el mundo, y pronto llegaron bárbaros en busca de las monedas. Lucharon por las tierras en las que vivían contra todos los que pretendían arrebatárselas. Después de muchos años de constantes batallas, epidemias, muertes y pobreza, decidieron firmar la paz, pero el precio fue  ceder la mitad del reino y las cinco monedas de oro que formaban parte del escudo, y que según la leyenda, eran mágicas.
De esta forma sólo habían conservado el medallón central, quedando el escudo con cinco huecos donde encajaban las monedas que habían cedido a sus enemigos para lograr la paz.
Las cinco monedas habían sido repartidas y nunca más se habían podido juntar. Durante muchos años sus antepasados habían viajado por medio mundo buscando las monedas para volver a completar el escudo y recuperar la magia y el poder que habían perdido, pero a lo largo de todos esos años sólo habían recuperado una, que era la que llevada colgada la niña en el cuello.
Ana al oír esa historia de la boca de Altea se llevó las manos al bolsillo donde había escondido sus cuatro monedas. Marcos y ella estaban seguros de que poseían las cuatro monedas restantes del escudo.
Ahora sabían que tenían el mayor tesoro jamás imaginado para los habitantes de esas tierras. Tenían que pensar qué hacer y tomar una decisión.

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