viernes, 8 de marzo de 2013

Ce1 B

¡Qué imaginación!



Marcos tomó con sumo cuidado la moneda entre sus manos y vio que era como las demás. Sin decirse una palabra Ana y Marcos juntaron las manos para ver qué ocurría. La clase estaba en penumbra ya que fuera había oscurecido. Los bomberos aún no habían podido acceder al interior del edificio. Ana puso las cuatro monedas en el interior de su mano derecha y Marcos puso su mano izquierda encima. Como las veces anteriores, un potente resplandor se proyectó en la pizarra. De pronto todo empezó a temblar, parecía un terremoto. Un ruido ensordecedor y después calma. En pocos segundos la clase había quedado destrozada, se habían movido todas las mesas de su sitio, una estantería se había caído y el techo se había desplomado por una esquina. Por suerte Ana y Marcos estaban intactos. Cuando el polvo les dejó ver, se percataron de que la pared en la que estaba la pizarra tenía una gran grieta que iba desde el techo hasta el suelo. La pizarra se había partido en dos. La grieta se iba haciendo más y más ancha hasta que tuvo unos 15 centímetros de anchura. El silencio reinó otra vez en la clase. La única luz de la que disponían eran los reflejos de las luces de bomberos y de la policía. Marcos se levantó y se acercó para ver el agujero de la pared. Ana le siguió y le dijo que tuviera cuidado. Cuando los dos estaban en frente de la pared un fuerte viento los envolvió y los empujó a través de la grieta, ambos se vieron arrastrados al otro lado del muro.

Cuando los bomberos lograron abrir la puerta de la clase Ana y Marcos ya no estaban allí. Todo parecía en orden. Lo único que pudieron encontrar fueron las mochilas de Ana y de Marcos porque ellos habían desaparecido sin dejar rastro.

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